Impresiones Laura.
Es difícil poner en palabras una experiencia tan indescriptible como lo que se siente al tomar la medicina del bufo, pero intentaré acercarme a esa realidad que, aunque fue breve, cambió toda mi percepción de la existencia misma.
Todo comienza con la inhalación, una ráfaga que en segundos te arrastra a un estado de disolución absoluta. No soy yo quien escribe estas palabras; porque en ese momento, yo, como individuo, dejé de existir.
En cuestión de minutos desaparecieron mi identidad, mis preocupaciones, mis pensamientos, mis miedos. Lo que queda es la pura conciencia, una conciencia que no se siente como "mía", sino como una parte diminuta de algo vasto e infinito.
En esos instantes, lo humano se desvanece. Todo lo que antes me parecía fundamental, las emociones, las luchas, las relaciones, incluso el propio concepto del tiempo, pierde todo significado. Es como si me hubiese disuelto en la emanación del universo, en una realidad más allá de lo terrenal. Las fronteras de mi cuerpo y mi ego dejaron de existir.
Solo hay una energía que fluye, que lo envuelve todo, donde no hay arriba ni abajo, ni antes ni después. Solo existe el ahora eterno.
Lo divino, lo trascendental, aquello que no podemos comprender con nuestras mentes limitadas, se hace palpable. No lo ves, lo ERES. La conexión con el todo es tan poderosa que no hay palabras para describirla con precisión. No es un viaje, es un regreso, un reencuentro con una fuente de sabiduría, paz y amor absolutos que siempre estuvieron ahí. Es un recordar que eres Dios en su total esplendor, pero que nuestras mentes distraídas no pueden ver en el día a día.
Cuando la experiencia comienza a diluirse y regresas poco a poco al mundo físico, no eres el mismo. Sientes que algo en ti ha sido removido o sanado, algo profundo y escondido. Las emociones humanas vuelven, pero son diferentes. A veces más ligeras, a veces más claras, pero siempre con la comprensión de que, todo lo humano es solo una pequeña parte de algo mucho más grande. Las preocupaciones, los miedos y las tensiones que antes parecían monumentales, se ven insignificantes a la luz de lo experimentado.
De repente, lo que era importante pierde su peso. Te das cuenta de que las cuestiones mundanas son solo sombras pasajeras. En esos minutos de eternidad, descubres que las verdaderas fronteras no existen, que somos más que simples seres humanos aferrados a ideas y conceptos, y que lo que llamamos "yo" es solo una ilusión que se desvanece ante lo infinito.
Finalmente, recuerdas que eres la mayor expresión de amor de lo divino, una chispa de esa energía infinita que fluye por todo. Este amor humano que conocemos no tiene comparación con el amor infinito y eterno del cual todos provenimos. Todo lo que eres, todo lo que ves, es una manifestación de ese amor divino que lo abarca todo, ser todos con el todo.
La experiencia queda grabada para siempre, resonando en lo más profundo del ser, transformando la manera en que ves y sientes el mundo.
La experiencia ha sido el mayor regalo de amor que pude darme a mí misma.
Todos somos uno.